Aún ahora (luego de casi 10 horas después del evento) me cuesta asimilar lo que pasó. Jamás había sufrido un accidente grave, y hoy si bien las consecuencias no fueron graves, la historia pudo haber terminado diametralmente distinta.
De hecho hace años que no escribía acá; ahora lo hago sin tener claridad de si corresponde sólo a una manera que se me ocurrió como para desahogarme y vaciar mis ideas (y de paso liberar esta conmocionada cabeza) o es porque en el fondo está esa loca idea -muy usual en los humanos- de sentirse algo importante y pensar que alguien pasará por acá a leer esto (sé que es bastante absurdo considerando que ya nadie lee blogs, y menos éste. Pero bue... acá estamos).
Venía por un camino rural desde Cauquenes en dirección a mi casa en San Carlos (hace casi un año me vine de Santiago). Constantemente miraba la aguja para controlar la velocidad y echaba una rápida ojeada al lindo paisaje: Caminos polvorientos (ripio) y a lo lejos verdes colinas con plantaciones de diversas especies que les daban hermosos tonos de distintos verdes. Y perdí el control del vehículo. Derrapé como si estuviera sobre hielo y al tratar de controlar el auto para el lado contrario me comencé a voltear, casi en cámara lenta: primero el auto sobre el costado del conductor y finalmente el techo contra el suelo y las ruedas arriba. Siento que fue tan lento que casi me deslicé del asiento (porque más encima estaba sin cinturón porque me había bajado del auto hace menos de 10 minutos y no me lo abroché al subir). Mientras me volcaba, en esos primeros segundos no podía creer lo que estaba pasando, creo que incluso verbalicé algo como "no puedo creer que esté volcando" y cuando el auto se detuvo mi cabeza supo que no había tiempo que perder: no estaba muerta ni muriendo, y lo importante ahora era salir de ahí cuanto antes. La ventana del copiloto estaba abierta, tomé el celular y mi cartera que estaba a la mano -en una fracción de segundo de reojo miré la silla de bebé del asiento trasero y agradecí no haber estado con mi hijo- y me arrastré fuera del auto. En ningún momento "pasó toda mi vida frente a mis ojos" como en las películas, quizá porque mi cabeza sabía que no podía perder tiempo en eso, quizá debido a este miedo inculcado desde Hollywood pues pensaba que el auto podía explotar. Cuando estuve a una distancia prudente traté de concentrarme en quién debería llamar: Parientes o vecinos que me vinieran a buscar? No. 133, el único numero de emergencia que me sé, pues nunca me aprendí el de ambulancia o el de bomberos. Quizá ahora jamás se me olvide el 131... (ambulancia, por si acaso).
Carabineros no iría al lugar pues no había terceros involucrados y además todo parecía indicar que yo no había sufrido ninguna lesión, por tanto me comuniqué con la ambulancia y quedaron de dirigirse al lugar. Luego llamé a una grúa (llamé a dos, la primera me cobraba muy caro y no tenía voz simpática quien me respondió) y busqué un lugar con sombra para poder sentarme a esperar. Necesitaba hablar con alguien... y a quién llamar? Ni a mi pareja, ni a mis hermanas, o mi papá.. No tenía sentido preocuparlos si ellos no podían hacer nada por mí en ese instante, más encima era el primer día de trabajo de mi pareja desde hacía casi un año ¡para qué desconcentrarlo! si mal que mal soy una adulta independiente y madre de un hijo que debe saber y poder hacerse cargo de su vida. Sólo necesitaba un poco de contención pues sentía que podía derrumbarme un poco, y no me servía llorar. Llamé a Waldito sin caer en cuenta que era demasiado temprano para él, y luego pensé en la Pati: ella me sabría escuchar y contener... al final me tuve que contener yo misma porque parece que se asustó más que yo, jajajaja, pero fue bueno, ya que me mantuve tranquila y era justamente eso lo que necesitaba.
Llegó la grúa, la ambulancia (sí, en ese orden, así que menos mal que no fue grave), volvieron a poner mi auto en posición normal, a mí me evaluaron y volví a mi casa con una fuerte jaqueca. No sabía si fue por el sacudón, por el shock o por hambre. Y después que comí y me tomé un migranol el dolor de cabeza desapareció...
Ahora mientras mi pequeño dragón duerme, estoy tomando una copa de espumante pa' relajarme (mentira, ya estaba relajada, es porque me gusta jajaja) total no tengo que manejar. CHAN ! Chiste malo.
Sólo me queda agradecer a mis guías, nuevamente, por su ayuda, porque de haber ido a 5km más rápido o haber tardado una fracción de segundo más en reaccionar, estaría barranco abajo y no sé si alguien podría haber estado contando esta historia.
Ah. NUNCA olvide el cinturón. Se lo digo yo.