Una de las más importantes preguntas que puedes hacerte jamás es la siguiente: “quiero tener razón… o quiero ser feliz?”. ¡Muchas veces las dos se excluyen mutuamente!
Tener razón, defender nuestras posiciones, requiere de un enorme esfuerzo mental y a menudo nos enemista con las personas que forman parte de nuestra vida. La necesidad de tener razón –o la necesidad de que otra persona esté equivocada- hace que los demás se pongan a la defensiva, y nos impone la presión de continuar defendiendo nuestros puntos de vista. Sin embargo, muchos de nosotros (también yo, en ocasiones) gastamos una enorme cantidad de energía intentando demostrar (o señalar) que tenemos razón… y/o que otros simplemente se equivocan. Muchas personas, consciente o inconscientemente, creen que de alguna forma su cometido es demostrarle a los demás que sus posiciones, afirmaciones o puntos de vista son incorrectos y que, al hacer esto, la persona a quien corrigen va a agradecerlo de alguna manera o, al menos, aprenderá algo. ¡ERROR!
Piénsalo bien. ¿Alguna vez le has dicho a una persona que pretendiera tener razón y te haya corregido: “Muchísimas gracias por demostrarme que estaba equivocado y que tú tienes razón. Ahora lo veo. ¡muchacho, eres fantástico!”? ¿O te ha dado alguien las gracias alguna vez (o al menos se ha mostrado de acuerdo contigo) cuando le has corregido, o has demostrado tener la “razón” a sus expensas? Por supuesto que no. La verdad es que todos detestamos que nos corrijan. Todos queremos que nuestras posiciones sean respetadas y comprendidas por los demás. Ser escuchado y oído constituye uno de los más grandes deseos del corazón humano. Y aquellos que aprenden a escuchar son los más queridos y respetados. Aquellos que tienen el hábito de corregir a los demás, son a menudo objeto de resentimiento y se les evita.
No se trata de que nunca sea apropiado tener razón, a veces uno lo necesita o lo quiere realmente. Tal vez haya determinados posiciones filosóficas con las que uno no quiera condescender, como cuando oye un comentario racista. En ese caso es importante decir lo que se piensa. Habitualmente sin embargo lo que sucede es que nuestro ego aflora y estropea un encuentro por lo demás pacífico… el hábito de querer o necesitar tener razón.
Richard Carlson, "No te ahogues en un vaso de agua"
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1 opinólogos:
mmmmm no me afecta eso de la raxzon, por que yo siempre la tengo...XDDDDDDDDDD jajajaja
yap tontita
xauu!
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